¿Qué es el sistema linfático?
El sistema linfático es una estructura anatómica, que forma parte y complementa al sistema circulatorio. Explicar qué es el sistema linfático implica entender primero cómo funciona el sistema circulatorio en el cuerpo.
El sistema encargado de transportar lo que nuestro cuerpo necesita se llama sistema circulatorio. Su función principal es proporcionar a nuestras células un entorno favorable para vivir. Suministra oxígeno, agua y nutrientes para alimentarlas, y también se encarga de eliminar los desechos que producen.
El sistema circulatorio está formado por el corazón, las arterias y las venas. El corazón es la bomba que mantiene la sangre en movimiento a través de un circuito cerrado de vasos sanguíneos responsables de transportar la sangre alrededor del cuerpo. Hay que distinguir dos tipos de vasos: las arterias y las venas.
El sistema arterial consiste en una serie de vasos, sucesivamente ramificados, que van desde las arterias de gran calibre como la aorta y la pulmonar, hasta llegar finalmente a los vasos de intercambio microscópicos conocidos como capilares. Su función es distribuir la sangre oxigenada desde el corazón hasta los capilares en todas las partes del cuerpo.
La tarea del sistema venosos consiste en llevar de vuelta la sangre desoxigenada del cuerpo hasta el corazón y, desde aquí, hasta los pulmones. Numerosos capilares y vénulas recopilan la sangre desoxigenada de todo el cuerpo y la transportan a través de las venas de vuelta al corazón. Aproximadamente, 7.000 litros de sangre retornan al corazón diariamente a través del sistema venoso. Esta sangre tiene un color más oscuro en comparación con la sangre rica en oxígeno que fluye por las arterias.
¿Entonces qué es el sistema linfático? El sistema linfático es el ayudante del sistema venoso. Forma parte de la famosa circulación de retorno. Es el responsable de recoger y transportar desde el medio intersticial _líquido que se encuentra en los espacios que rodean las células_ aquellas sustancias de alto peso molecular provenientes del metabolismo celular, que las venas no son capaces de absorber.
Lo vais a entender fácilmente con este ejemplo. Para deshacernos de los residuos generados en nuestros hogares como plásticos, basura, orgánica, papel y vidrio, utilizamos el servicio de basuras y contenedores específicos de reciclaje. Pero, cuando se trata de residuos más grandes, como muebles, colchones o electrodomésticos, que no caben en un camión o en un contenedor, necesitamos llamar al número 010 (Madrid) para que los recojan. Pues bien, el servicio de basuras y los contenedores equivaldrían al sistema venoso y el servicio que proporciona el 010 vendría a ser el sistema linfático.
Organización del sistema linfático
El sistema linfático es un conjunto de vasos que se encuentran distribuidos por todo el organismo. A diferencia del sistema circulatorio, que es cerrado, el sistema linfático es lineal y abierto: tiene un origen y un fin; carece de un órgano motor que impulse la linfa, y está formado por ganglios (estaciones de depuración) y por capilares linfáticos dotados con filamentos de anclaje y con una capa basal más porosa que la de los capilares venosos.
¿Qué es entonces la linfa? La linfa es un líquido entre transparente y blanquecino compuesto por plasma, nutrientes sobre todo grasas y proteínas plasmáticas de alto peso molecular, desecho del metabolismo, posibles antígenos y células blancas. La linfa es como una corriente subterránea cuya composición depende del terreno por el que transcurre. En el caso de un ganglio endocrino, la linfa será rica en hormonas. Sin embargo, la linfa de origen hepático contiene un 6,6% de proteína, mientras que la linfa de origen cutáneo sólo un 2%.
Existen dos tipos de linfa: la superficial y la profunda. Esta diferenciación es muy importante para el profesional, porque ambas transcurren en distintas direcciones. El profesional que realiza un drenaje linfático solo puede trabajar la linfa superficial.
La linfa superficial
La linfa superficial se encuentra por encima de la fascia muscular, es decir, en el espacio subcutáneo, y está compuesta por vasos linfáticos de pequeño calibre. Estos vasos no pueden soportar una presión mayor de 19 mm de Hg, por lo que se recomienda que las técnicas de drenaje linfático se realicen de manera suave para evitar bloquear estos delicados vasos.
Los vasos linfáticos superficiales siguen tres direcciones principales: hacia las caras internas de las extremidades, hacia los pliegues y hacia la linfa profunda. Esta disposición tiene sentido biológico, ya que estas áreas son consideradas más seguras y están mejor protegidas contra agresiones mecánicas como golpes o heridas.
El terapeuta debe ser conocedor del recorrido de la linfa superficial, para realizar un correcto drenaje.
La linfa profunda
A medida que los vasos linfáticos atraviesan la barrera fascial, experimentan una mayor presión. Como respuesta a esto, sus paredes aumentan su tamaño y grosor para poder resistir la presión sin obstruirse o colapsarse.
Los vasos linfáticos profundos discurren paralelos a los grandes troncos venosos, tanto en las extremidades como en el tronco. La misión de la linfa profunda es canalizar toda la linfa hacia los terminus.
Los terminus (derecho e izquierdo) reciben este nombre, porque en estos puntos finaliza el sistema linfático y se conecta con el sistema sanguíneo. El terminus es una estructura compleja con varias conexiones entre los vasos linfáticos que provienen del cuello y la cabeza, los conductos torácicos y la vena subclavia, donde se vierte la linfa. Por esta razón, el término científico para el terminus es confluente yugulosubclavio.
La linfa profunda no la trabajamos al realizar un drenaje linfático, pero sí que estimulamos los terminus para drenar diferentes partes del cuerpo como, por ejemplo: la cara, el cuello, los brazos, el pecho.
En qué consiste el drenaje linfático manual
El drenaje linfático manual consiste en una tracción suave de la piel con un ritmo metódico y pautado en el sentido de la linfa superficial. Es una técnica carente de presión y el estímulo nunca va a llegar hasta los planos de linfa profunda.
La aplicación de la técnica de estimulación del sistema linfático conlleva una serie de cambios fisiológicos que la convierten en una excelente herramienta para los profesionales de la estética. Ya sea utilizada de manera independiente o para potenciar otros tratamientos, esta técnica ofrece beneficios significativos sobre el sistema circulatorio, el sistema nervioso, el sistema tegumentario y el sistema inmunológico.
Efectos del drenaje linfático manual
En relación al sistema circulatorio, el drenaje linfático manual facilita la reabsorción del líquido intersticial, lo que produce un efecto antiedema en las áreas tratadas. Además, al devolver nutrientes al torrente sanguíneo, la sangre arterial vuelve cargada de nutrientes, contribuyendo a alimentar nuevamente los tejidos. Este proceso ayuda a mejorar la circulación y a reducir la hinchazón en las zonas tratadas.
El drenaje linfático es una técnica que estimula el sistema nervioso parasimpático, responsable de activar los mecanismos relajantes y preparar para el sueño. Esto genera un estado de sedación generalizada en el paciente y reduce el tono muscular en la musculatura estriada.
Durante el sueño, se activa la musculatura lisa, lo que resulta en un aumento de la peristáltica intestinal, la filtración renal y la contracción de los linfangiones. Por esta razón, es crucial crear un ambiente relajante en la cabina para potenciar los efectos beneficiosos de la técnica.
En el sistema tegumentario, el drenaje linfático tiene un efecto notable en la desintoxicación al favorecer la reabsorción de partículas suspendidas. Esto contribuye a equilibrar el medio intersticial, evitando la intoxicación del tejido y mejorando la respiración celular, lo que beneficia al metabolismo.
Además, el efecto mecánico de la tracción estimula los puentes de colágeno que conectan la piel con la fascia muscular. Este estímulo aumenta la actividad de los fibroblastos, que a su vez generan nuevas fibras, engrosando estos puentes y devolviendo la tensión a la piel. Esto puede tener efectos positivos en la textura y firmeza de la piel.
Esta técnica tiene un impacto directo en el sistema inmunológico. Al estimular los capilares linfáticos, se incrementa la contracción de los linfangiones, lo que acelera el transporte de la linfa. Cuando la linfa alcanza los ganglios, estos se ven obligados a filtrar un mayor volumen, lo que requiere más células defensivas para llevar a cabo la depuración. Este proceso activa los órganos linfoides relacionados con la síntesis y maduración de células defensivas, fortaleciendo así el sistema inmunológico.
Todos estos efectos hacen que esta técnica sea una de las más beneficiosas y completas para el organismo. Sin embargo, los cambios intensos que provoca también la convierten en una técnica con notables contraindicaciones.
Breve historia del sistema linfático
La historia del sistema linfático se remonta a la antigüedad, aunque su comprensión completa ha evolucionado con el tiempo. A lo largo de la historia, varios pensadores y médicos han contribuido al conocimiento de este sistema crucial en el cuerpo humano.
En la antigua Grecia, Hipócrates, considerado el padre de la medicina occidental, mencionó la existencia de los ¨vasos de humor¨ que transportaban un líquido llamado ¨linfa¨, aunque su comprensión era limitada. El propio Aristóteles también hace referencia a unos conductos ¨lácteos¨ que discurren por el abdomen.
En el Renacimiento, figuras como Leonardo da Vinci realizaron observaciones anatómicas detalladas que contribuyeron al conocimiento del sistema linfático. Sin embargo, la función precisa de este sistema aún no se entendía completamente.
Durante muchos siglos, la existencia del sistema linfático no se comprendió plenamente debido a que la linfa sólo era visible en cavidades como el abdomen y el tórax. Fue necesario realizar disecciones en cadáveres para describir detalladamente este sistema.
En el siglo XVII, cabe destacar a dos médicos europeos. Por un lado, el italiano Gaspare Aselli (1581-1626), quien realizó experimentos que le permitieron explicar por primera vez los ¨vasos quilíferos¨, que más tarde se identificaron como los vasos linfáticos. Y por el otro, el francés Jean Pecquet (1622-1674), uno de los primeros anatomistas en descubrir un sistema vascular paralelo al sanguíneo en el abdomen de un perro. Ambos descubrimientos sentaron las bases para la comprensión moderna del sistema linfático.
En los siglos XVIII y XIX, médicos como Thomas Bartholin, Olof Rudbeck y Thomas Hodgkin realizaron contribuciones significativas al estudio del sistema linfático, identificando sus funciones y su papel en la inmunidad.
En el siglo XX, avances en técnicas de microscopía y bioquímica permitieron una comprensión más profunda de la estructura y función del sistema linfático. Se descubrió su importancia en la respuesta inmunológica del cuerpo, así como su papel en la circulación de líquidos y nutrientes.
No puedo finalizar este artículo sin honrar a una figura de gran relevancia en este campo: el Dr. Emil Vodder (1896-1986), quien fue un pionero en el estudio del tratamiento del sistema linfático en los años 30. Su método, reconocido a nivel internacional, marcó un hito significativo en este ámbito. No obstante, la historia completa de su contribución merece ser contada aparte.