
Hoy no os voy a hablar de piel, ni de cosmética, ni de reflexología podal. Hoy quiero hablaros de algo mucho más complejo y difícil de conseguir: el descanso y el bienestar emocional cuando se acercan las vacaciones con hijos. Sí, amigas, el gran temazo del verano.
Porque todos, absolutamente todos, llegamos al verano con el deseo de descansar, desconectar y ponernos al día con esa lista de cosas "pendientes", que lleva esperando desde que Moisés cruzó el Mar Rojo.
Y claro, una se hace ilusiones y se visualiza en modo zen, con la piel bronceada, un libro en la mano, sin horarios, sin estrés y con tiempo para sí misma. ¡Hasta se ve terminando de leer "la novela" y con las cosas pendientes terminadas!
Pues nada más lejos de la realidad. El objetivo de descansar en verano suele fracasar con una frecuencia similar a la de España intentando ganar Eurovisión y todo por culpa de las altísimas expectativas.
Son muchos los obstáculos familiares que hay que superar para obtener el tan anhelado bienestar emocional y el descanso veraniego. Vamos, que las vacaciones a veces son todo menos vacaciones.
Primer desafío: ¿Dónde y cuándo nos vamos de vacaciones?
Ah, esta es la pregunta del millón. Inocente en apariencia, pero capaz de desencadenar las discusiones más encarnizadas: playa, montaña, el pueblo… Ríete tú de las reuniones de las comunidades de vecinos.
Cada miembro de la familia tiene gustos y prioridades distintas y una capacidad innata para no ceder ni un milímetro. Poner de acuerdo a la pareja, a los hijos y, en algunos casos, también a los abuelos, puede convertirse en Misión Imposible.
Los protagonistas del vaudeville familiar
La pareja
Aquí hay dos perfiles muy comunes. El pasivo-comodón: "Me da igual cariñoooo, lo que tú decidas estará bien", hasta que lo decides… y ya no le parece tan bien y propone otras 5 alternativas sin ocuparse de nada.
Y luego está el estratega nervioso y previsor. Ese currante que se lo estudia todo: las 40 pestañas abiertas con blogs de opiniones, los mapas interactivos, las comparativas de enchufes internacionales y una colección de seguros por si llueve, nieva, hay huelga o se retrasa el vuelo.

Lo que una realmente necesita tras las vacaciones es un retiro espiritual en soledad, mínimo de una semana, para recuperarse de las vacaciones.
Los hijos
Los hijos son una bendición del cielo y se les quiere con locura, pero dependiendo de la edad que tengan también te pueden caer fatal por temporadas. Sí, suena contradictorio, pero es perfectamente compatible amarlos incondicionalmente y, al mismo tiempo, necesitar una inmensa paciencia para no darlos en adopción en momentos de ansiedad.
Con ellos se necesita mucha psicología, toneladas de mano izquierda y una paciencia a prueba de bombas para sobrellevar el día a día. Y eso, en vacaciones, se multiplica, porque la convivencia se vuelve más estrecha e intensa.
Bebés (0-3 años)
Seres angelicales cuyo único objetivo en la vida es recibir amor, mimos y atención exclusiva las 24 horas. Vamos, que son como una extensión de la madre. Las noches suelen ser de duermevela y pueden llegar a alcanzar la categoría de toledanas, cuando el llanto no cesa por enfermedad, gases, sed o hambre. Toda una pyjamaparty nocturna, pero sin juerga.
Benjamines (4-6 años)
Criaturas maravillosas con energía nuclear. Los miras y te derrites, pero también te dejan más agotada que una clase de crossfit. Si hay piscina cerca, tu nivel de alerta sube al máximo y tu paz mental desaparece en segundos.
Y lo mejor son las visitas nocturnas del Coco. Es la excusa perfecta para acabar en tu cama, durmiendo en posición de estrella ninja, mientras tú permaneces inmóvil, con los ojos abiertos como un búho, recibiendo patadas en las costillas y algún que otro manotazo sorpresa.
Niños (7-10 años)
Son más autosuficientes y, gracias a Dios, aún conservan esa ternura que te hace perdonar que hayan llenado la maleta de chuches, cromos, dinosaurios o muñecas con vestidos brillibrilli. Y, además, ¡todavía dan abrazos de amor verdadero!, como diría la prota de Frozen. Esta edad fue creada para dar un respiro a los padres y tomar fuerzas antes de la llegada de la ¨aborrescencia¨.
Aborrescentes (11/13 en adelante)
Aquí cambiamos de tercio de forma drástica, para adentrarnos en el temible mundo de la bipolaridad transitoria. En modo chica las podríamos definir como pequeñas influencers en potencia, con carácter de tirana ilustrada y mirada de “TODO lo sé y tú no sabes NA-DA”. Saben más de moda, de cosmética y de la vida que tú. Y, además, son las mejores personal shopper del mundo; ellas siempre van divinas de la muerte y a ti todo te sienta mal o vas muy RANDOM.
En modo chico varía respecto a las niñas, sobre todo cuando tienen 13, 14 y 15 años. Suelen vivir en un estado de empanamiento profundo o de vida contemplativa el 80% del tiempo, y el 20% restante lo dedican a moldear el flequillo sombrilla o el flequillo monje medieval. Pueden pasar 2 días seguidos con el mismo calzoncillo, tres días con la misma camiseta y 1 semana sin ventilar su cuarto, sin inmutarse.
Mayores de edad
Son expertos en mutismo selectivo y sordera intermitente. Si les preguntas dónde van, se hacen los suecos; si les llamas, misteriosamente nunca responden, aunque lleven el móvil soldado a la mano o escondido estratégicamente en el bolsillo trasero. Un auténtico expediente X. Eso sí, cuando se quedan sin saldo en su cuenta Revolut, ¡milagro! Entonces sí aparece la voz: “mamáaaaa, papáaaaa, por favoooor… ¡llamadme!”
Abuelos
Y luego están los abuelos, seres que en realidad vienen cargados con una agenda secreta: la venganza generacional. Sí, sí, se vengan de todo lo que tú les hiciste sufrir concediéndole a tus hijos absolutamente todos los caprichos. Porque, claro, ya no están para educar, ahora están para disfrutar, y lo hacen con una sonrisa entre entrañable y diabólica.
Hay un perfil de abuelo que, personalmente, me fascina: ese que claramente de niño nunca fue diagnosticado con TDAH y ahora, en plena madurez, ha decidido recuperar el tiempo perdido. Todo le ilusiona, no para quieto un segundo, quiere verlo todo, hacer todo, probar todo. Está en modo "quiero vivir la vida" y tú, mientras… Solo quieres una siesta y descansar durante las vacaciones.
Mascotas
Y, por último, —pero no menos importantes— están las mascotas, uno más de la familia. Si decides dejarlas al cuidado de alguien, te despiden con una mirada tan triste y dramática que parece que les estás abandonando. Te rompen el corazón. Pero si te las llevas, son un pasajero más, con necesidades propias, manías, horarios y exigencias. ¡Faltaría más! Porque claro, también necesitan su aire acondicionado, su espacio en el coche y su parada técnica cada dos horas.

En fin, amigas, así es como empieza el verano. Un caos organizado, una mezcla de ilusión y agotamiento, de amor y agotamiento, de familia… Y más agotamiento. Una experiencia tan intensa que se queda grabada en el inconsciente y, a la vuelta, se manifiesta en forma de depresión post-vacacional. Porque seamos sinceros, lo que una realmente necesita tras las vacaciones es un retiro espiritual en soledad, mínimo de una semana, para recuperarse de las vacaciones.
Si me estás leyendo y ya estás de vacaciones, FLUYE —así, en mayúsculas— y disfruta de todo y de todos. Incluso en medio del caos. Incluso si tu bienestar emocional se quedó olvidado en los baños de un área de servicio camino a la playa, la montaña o el pueblo. Que no falten las risas, los abrazos y los helados, porque el tiempo vuela, y la vida hay que saborearla cada minuto.