
Siempre digo que los pies son los grandes olvidados de nuestro cuerpo y eso que desempeñan una función primordial en nuestra salud. Son nuestros héroes anónimos: gracias a ellos caminamos, bailamos, corremos y nos sostenemos dignamente. Sin embargo, pasan la mayor parte del año escondidos, encerrados en calcetines y zapatos, como si fueran prisioneros de galera.
Y claro, cuando llega el verano, uno de los mayores placeres es liberarlos, para poderlos lucir en sandalias o chanclas o simplemente para andar descalzos por donde nos venga en gana. ¡Y qué placer se siente al hacerlo!, ¿verdad? Pero cuidado, el verano es una época en la que los pies están más expuestos y, por lo tanto, necesitan más atención que nunca.
¿Por qué es tan importante cuidar los pies en verano?
Los pies sostienen todo nuestro peso y nos permiten desplazarnos a cualquier lugar, pero con frecuencia olvidamos cuidarlos como realmente se merecen. De hecho, cualquier lesión o alteración en ellos puede modificar por completo nuestra forma de caminar y repercutir directamente en todo nuestro sistema óseo.
En verano, el calor, la humedad, las piscinas y caminar descalzos pueden provocar desde rozaduras y ampollas hasta infecciones por hongos o quemaduras solares. Un pie mal cuidado puede arruinarte unas vacaciones e incluso la salud.
Precauciones básicas para unos pies sanos y bonitos
¿Cómo cuidamos nuestros pies en verano? Aquí van algunos consejos prácticos para mantener tus pies sanos y bonitos:
Puesta a punto
Acudir a un profesional para que te haga una buena manicura y te dejen los pies impecables, sería mi primera recomendación. Vale la pena. Es muy importante mantener las uñas cortas y rectas para que no se encarnen y sin esquinas puntiagudas capaces de desgarrar una sábana o la pantorrilla de quien duerma contigo. Además, despídete de esas durezas tan feas como molestas, que parecen empeñadas en arruinarte la vida. Y si quieres lucirte al máximo, píntate las uñas con el color de moda… O con el que te haga feliz mientras conquistas el mundo con tus sandalias favoritas.
Hidratación, pero bien hecha
El calor y el uso de sandalias son la combinación perfecta, para dejarte los pies resecos como una galleta de avena. Así que, por favor, cada noche dale un buen homenaje a tus talones y plantas con una crema hidratante específica para pies, pero evita poner crema entre los dedos para prevenir hongos.
Y no es por hacer publicidad gratuita, pero todos sabemos que esa mítica lata azul, la misma que tu abuela llevaba a la playa para ‘ponerse morena’ (craso error), sigue siendo mano de santo para devolverles la vida a tus pobres pies.
Higiene y calzado seco
Cuando termines de ducharte, no olvides que tus pies también merecen un buen secado. Nada de salir corriendo con los pies chorreando como si fueras un pingüino recién salido del mar. Tómate un minuto extra para secar bien cada rincón, sobre todo entre los dedos, que es donde la humedad se acumula y aparecen los temibles hongos.
Nada de torturar tus pies con zapatillas de deporte y sin calcetines durante todo el día bajo el sol abrasador. Opta por calzado cómodo y transpirable, porque evitará que la humedad convierta tus pies en un spa para bacterias.
Protección solar también para los pies
Sí, aunque no lo creas, los pies también se queman (y vaya si duele). Los empeines, esos grandes olvidados, son los primeros en achicharrarse mientras paseas tan tranquilo con tus sandalias abiertas.
Así que, por favor, no seas de los que se embadurnan de protector solar de cuello para arriba y se olvidan de los pies. Si vas a la playa o piensas lucir sandalias todo el día, pon cremita a esos empeines. Te ahorrarás quemaduras incómodas, dolorosas y la cara de sufrimiento cada vez que intentes ponerte zapatos. Te lo digo por experiencia…

Los pies son una perfecta obra de ingeniería divina: cada paso es posible gracias al funcionamiento preciso de un engranaje perfecto dentro de esa máquina maravillosa que es el cuerpo humano.
Cuidado con las chanclas
Las chanclas son el calzado estrella del verano. Te las pones y de repente te crees que ya estás de vacaciones, aunque solo vayas a tirar la basura. Son cómodas, prácticas y fresquitas, hasta que decides usarlas para todo y terminas estrenando, junto a tu bronceado, una fascitis plantar de campeonato.
Sí, esas molestias que tardan más en irse que los turistas en el mes de agosto. Así que mejor ve con calma. Al principio úsalas para trayectos cortos, tipo piscina o playa a la vuelta de la esquina. Si vas a caminar distancias más largas, mejor unas sandalias con buen agarre, que tus pies te lo agradecerán.
Caminar descalzos prestando atención
Sentir la arena caliente o la hierba fresca bajo los pies es uno de los grandes placeres veraniegos. Hoy en día a esta costumbre de andar descalzo le han puesto un nombre muy moderno y casi místico: grounding. Básicamente, es quitarte los zapatos y dejar que la madre tierra haga su magia.
Andar descalzo despierta los pies, estimula áreas reflejas que están conectadas con nuestros órganos —una especie de reflexología lowcost— y, de paso, te ayuda a equilibrarte a nivel energético. Sin embargo, antes de lanzarte a pisar todo lo que encuentres, asegúrate de que la superficie no esté tan caliente que termine friéndote las plantas de los pies como si fueran huevos fritos.
Evita también zonas con piedritas traicioneras, cristales rotos o sorpresas desagradables procedentes de animales. Y si vas a una piscina pública, no te la juegues: lleva siempre chanclas o calcetines de agua antideslizantes (esto sobre todo para los niños). Porque no hay nada menos zen que volver a casa con un souvenir en forma de hongo o papiloma. Disfruta del grounding, pero con cabeza y chanclas.

No me enrollo más. Seguro que estás ahora mismo tirada/o a la bartola en una tumbona, medio vigilando a tus hijos por el rabillo del ojo o haciéndote la/el interesante mientras espías algún cuerpazo digno de aplauso visual en la piscina o la playa.
Los pies hay que mimarlos siempre, no lo olvides. Son una perfecta obra de ingeniería divina. Piensa que cada pie está formado por 26 huesos, más de 100 tendones, músculos y ligamentos trabajando sin descanso, y unas 7.000 terminaciones nerviosas en contacto permanente con tu cerebro. Cada paso es posible gracias al funcionamiento preciso de un engranaje perfecto dentro de esa máquina maravillosa que es el cuerpo humano.
Así que ya sabes, si quieres que tus pies dejen de ser un espectáculo de terror cuando asomen al sol, es hora de darles un poco de cariño. Porque se lo merecen. Y porque, seamos sinceros, nadie quiere que unas uñas estilo mejillón arruinen el glamour de unas sandalias bonitas.